El panorama teatral en el primer tercio del s.XX presenta dos tendencias diferenciadas:
En el TEATRO COMERCIAL PREVIO A 1936 se distinguen distintas vertientes: la alta comedia, donde destaca Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura. Inicia con una etapa de renovación modernista, con La malquerida, luego comienza con la “alta comedia”, un teatro del gusto de la clase burguesa y caracterizado por el minucioso realismo, como en Los intereses creados, donde introduce personajes de la comedia italiana y muestra una sociedad basada en un juego de intereses. El teatro poético, a menudo de exaltación nacional, como Eduardo Marquina en Las hijas del Cid o Francisco Villaespesa que, mediante el exotismo, moderniza su obra, como El alcázar de las perlas. El teatro costumbrista: idealiza la sociedad (madrileña y andaluza) y los protagonistas reflejan sus virtudes y defectos. Los hermanos Álvarez Quintero escriben El patio, Malvaloca, El amor que pasa… Carlos Arniches empieza con el “género chico”, que se caracteriza por el lenguaje,y finaliza con la tragicomedia grotesca, donde critica la sociedad, como La señorita Trevélez (1916). Pedro Muñoz Seca cultiva el astracán, comedias disparatadas como La venganza de don Mendo.
En el TEATRO INNOVADOR PREVIO A 1936 algunos autores intentan renovar el teatro.
Durante el Modernismo y Generación del 98: Unamuno trata conflictos existenciales de manera simbólica y crea un teatro “desnudo” como en Fedra o El otro; Azorín escribe Lo invisible y Angelina; Jacinto Grau escribe El señor de Pigmalión; y Valle-Inclán, que se caracteriza por su labor de vanguardia, el uso de escenarios múltiples, por lo que era de díficil representación, era un teatro para leer. El crítico Francisco Ruiz Ramón divide la producción de Valle en ciclos. Ciclo mítico: Las Comedias Bárbaras (entre ellas Cara de plata) se sitúan en una Galicia supersticiosa donde contrasta el lenguaje coloquial y el lenguaje literario de las acotaciones, en Divinas palabras está ya próximo al esperpento. Ciclo de la farsa: a través de la sátira y la parodia ofrece una visión crítica y grotesca de la Corte Isabelina, con La marquesa Rosalinda y Farsa y licencia de la reina castiza. Ciclo esperpéntico: el esperpento nace de una determinada situación histórica y sigue la tradición de Quevedo o Goya. Mediante una deformación sistemática de la realidad y del lenguaje ofrece una visión crítica de la burguesía. También utiliza la ironía y el sarcasmo. La degradación del esperpento afecta al ambiente (tabernas, burdeles) y a los personajes (borrachos, prostitutas). Este ciclo se inicia con Luces de Bohemia (1920). Después escribe Martes de carnaval, formada por tres esperpentos, entre ellos La hija del capitán.
Del teatro de la Generación del 27 destacamos a: Alberti con El adefesio; Alejandro Casona, cuyo teatro de raíz poética destaca por obras como La dama del alba o La sirena varada; Federico García Lorca cuyo teatro es considerado poético por su lenguaje y atmósfera, destacamos la metáfora y el símbolo. Para Lorca el teatro es un espectáculo total (importa el texto, la música, la danza…) que tiene función didáctica y social. Su producción se puede dividir en: Las farsas, como La zapatera prodigiosa, donde funde lo lírico y lo grotesco; comedias imposibles, como El público, son obras surrealistas y difíciles de representar; las tragedias como Mariana Pineda, Bodas de sangre o Yerma; y dramas como Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba. Quizá son Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba las obras que más fama le han proporcionado. El tema central de las tres es el conflicto entre el deseo y la realidad, que acaba siempre en la frustración o la muerte. Sus personajes sufren por la opresión del círculo familiar o social, y su lucha contra las normas y convencionalismos sociales constituye su verdadera tragedia.