Bloque 8 – Pervivencias y transformaciones económicas en el siglo XIX: un desarrollo insuficiente

8.1. Evolución demográfica y movimientos migratorios en el siglo XIX. El desarrollo urbano.

Aunque las transformaciones económicas llevadas a cabo en España durante la implantación del liberalismo político y el Estado Liberal no llevaron a nuestro país al nivel de desarrollo del resto de Europa, tuvieron grandes repercusiones en la población.

En primer lugar, repercutió a la evolución demográfica. Nuestra demografía estaba caracterizada por su lento crecimiento ya que mantenía un modelo demográfico antiguo. Entre sus movimientos naturales destacamos una tasa de natalidad del 34‰, bastante elevada, pero que no permitió alcanzar al resto de potencias europeas por la alta mortalidad, en torno al 29‰. Esto se debía al escaso desarrollo económico y las malas condiciones de vida causadas por crisis de subsistencias como las de 1847, 1857 y 1867. Otra razón serían la enfermedades epidémicas y endémicas, que en otros países se encontraban erradicadas. Como resultado, el crecimiento vegetativo implicó un bajo crecimiento de la población española exceptuando Cataluña, donde la economía y la sanidad era mejor, había más desarrollo que en el resto del país y mayor población urbana, debido a su proximidad geográfica con el resto de europa.

Por otro lado, repercutió también en sus movimientos migratorios. La emigración aumentó en la segunda mitad del siglo. Entre 1830 y 1880 muchos españoles (no hay datos exactos) emigraron a Argelia. Pero el destino de emigración preferido fue América, entre 1882 y 1899 casi un millón de gallegos, asturianos, vascos y canarios se mudaron principalmente a Brasil o Argentina. Estas emigraciones se explican por la oportunidad de descongestión rural que aprovechó el gobierno y por la crisis agraria que estimuló esas salidas. En cuanto a las migraciones internas, se produjo un éxodo rural del campo a las ciudades y desde el interior (exceptuando Madrid y Extremadura) hacia el litoral.

Estos cambios demográficos, junto con cambios económicos y sociales, trajeron consigo una transformación urbana lenta que se aceleró a finales de siglo, pasando de 1877 donde un 20% de población vivía en ciudades de más de 10.000 habitantes a un 32% en 1900. Las ciudades se modificaron para acoger a la nueva población: se derribaron las murallas para permitir el crecimiento de las ciudades, el ferrocarril surgió para comunicar las ciudades creando un sistema propio (estaciones, vías…), aparecieron las primeras fábricas y los barrios obreros (carentes de servicios mínimos) como fruto de la industrialización, la burguesía exigió barrios extramuros o ensanches (planificados y con mayores comodidades e infraestructuras) y las ciudades en crecimiento absorbieron pueblos cercanos que pasarían a ser barrios urbanos.

El crecimiento urbano fue desigual, siendo más profundo en la periferia, donde había mayor desarrollo industrial, y Madrid, por ser la capital. Las ciudades que más crecieron fueron Madrid y Barcelona, es por eso que se puede observar mejor en ellas la modificación del espacio urbano. Arquitectos llevaron a cabo los ensanches de Madrid (Arturo Soria) y de Barcelona (plan Cerdá). Esta última ciudad, Barcelona, se convirtió en un modelo urbano europeo, con barrios obreros con rasgos comunes por un lado y ensanches cuadriculares con rasgos artísticos por el otro (paseo de Gracia diseñado por Gaudí). También crecieron Bilbao, con una transformación de su puerto; San Sebastián y Santander, como centros de veraneo.

8.2. La revolución industrial en la España del siglo XIX. El sistema de comunicaciones: el ferrocarril. Proteccionismo y librecambismo

El proceso de industrialización en España iniciado en S. XIX fue un proceso lento debido a una agricultura muy atrasada, la escasez de capitales, la deficiencia de los bancos y una burguesía que no era emprendedora, sino que invertía en deuda pública y tierras desamortizadas. También por una dependencia técnica y financiera del exterior, la escasa demanda de productos por el bajo nivel de vida y la política económica proteccionista de los gobiernos moderados. A pesar de estos inconvenientes, algunos sectores industriales jugaron un papel decisivo en el desarrollo económico. Gracias a una burguesía emprendedora, la protección arancelaria y un mercado seguro en Cuba y Puerto Rico, la industria textil catalana fue el sector más dinámico con un nivel de industrialización muy por encima de la media nacional a pesar de carecer de algodón y carbón mineral. La localización de la industria siderúrgica en S. XIX fue cambiando por la necesidad de productos. Hasta los años sesenta estaba en Andalucía, la guerra carlista contribuyó al desarrollo, pero era muy cara por el uso de carbón vegetal. Desde los años sesenta a los años ochenta se encontraba en Asturias por las cuencas carboníferas. A finales de siglo, en Bilbao, despegó gracias a la exportación de hierro a Gales, donde se compraba carbón, todo formaba la base del capitalismo vasco y su industrialización, que también provocará el desarrollo de distintas industrias. La minería fue explotada para la industria y estuvo en manos de capitales extranjeros.

Gracias a la industrialización y para lograr un desarrollo económico, se modernizó la red viaria, superando los obstáculos naturales y fiscales, facilitando el intercambio comercial y desarrollando un mercado interno. En el transporte marítimo se mejoraron los puertos, la navegación a vela y a finales de siglo se introdujo el barco a vapor. En el transporte terrestre se mejoró el ferrocarril. El proceso de la mejora del ferrocarril se puede dividir en cuatro periodos. La fase inicial de 1844-1855 se apoya en la Real Orden de diciembre de 1844 donde se estableció un ancho de vía superior al ancho europeo y supuso un aislamiento ferroviario al resto de Europa. No tuvo éxito por la falta de iniciativa y capital. Destacamos la línea Barcelona-Mataró de 1848. En el momento de auge de 1855-1865, la Ley de Ferrocarriles de 1855, financiada con la Desamortización de Madoz, permitió construir 4300 km entre estos años y facilitó la formación de sociedades anónimas ferroviarias, que se encargaban de la construcción y explotación de los diferentes tramos de la red, recibiendoo subvenciones y con financiación mayoritariamente francesa, aunque también española. La crisis económica de 1866 frenó la construcción por la falta de capital extranjero, el escaso rendimiento de las líneas, la caída de la bolsa y las malas cosechas. Tras esta crisis hubo una revitalización donde la red duplicó su longitud durante la Restauración y se incrementó el capital español. El ferrocarril tuvo efectos tanto positivos: creó un mercado interior al facilitar el intercambio de personas y mercancías; como negativos: a pesar de tener medios para transportar productos, el resto de la industria española no estaba tan desarrollada, este desuso del ferrocarril impidió reembolsar lo invertido y arruinó a bancos y Sociedades Financieras.

La política económica fue debatida durante la industrialización. Había una alternancia entre dos políticas, por un lado, estaba el proteccionismo: aranceles altos para proteger los productos nacionales frente a la competencia exterior. Esta política era defendida por los industriales del algodón en Cataluña que se agrupan en la Asociación Fomento del Trabajo Nacional y apoyada por los moderados de la época isabelina y el Partido Conservador durante la Restauración. Y por el otro lado, estaba el librecambismo: aranceles bajos. Defendido por los exportadores agrarios y compañías ferroviarias que crearon la Asociación para la Reforma de los Aranceles y apoyado por los progresistas y los liberales. A pesar de esta alternancia, la política arancelaria fue casi siempre proteccionista con la excepción del arancel de Figuerola de 1869.Todo el crecimiento económico durante la industrialización trajo consigo un desarrollo financiero en el que destacamos la reforma de 1868 donde se creó la peseta y se unifican unidades de peso y medida. También podemos destacar el desarrollo de la banca moderna. El Banco Nacional de San Carlos fue el primer banco español fundado en 1782 con la intención de administrar la deuda pública. Tras su quiebra, se creó el Banco San Fernando en 1829 que además pretendía prestar dinero al Estado. En 1844 abrieron los bancos de Isabel II (Madrid) y el Banco de Barcelona, capacitados de emitir moneda. El gobierno los fusionó en el Banco de España con la Ley de Bancos de Emisión de 1856, época en la que ya había bancos en Bilbao, Santander y Málaga. Hubo una etapa de expansión del sistema bancario desde los 50 hasta la crisis financiera de 1866, motivada por la escasa rentabilidad ferroviaria. Ese año el Banco de España recibe el monopolio de la emisión de billetes nacionales. También es destacable la aparición de Cajas de Ahorros, pero no tuvieron tanto impacto como los bancos.