9.1. Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.
El S XX comienza con el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), el cual demostró la incapacidad del régimen de la Restauración y quedó dividido en dos periodos: La crisis del régimen de la Restauración (1902-1923) y la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1929). Este último periodo acabará con el rey y la monarquía en 1931.
El periodo de 1902 a 1903 está caracterizado por una permanente crisis fundamentalmente política. Se da una crisis por el liderazgo de los partidos dinásticos (Partido Conservador y Partido Liberal), una crisis monárquica, por el exceso de implicación política del rey; y una crisis del turnismo, por el debilitamiento del caciquismo y la aparición de partidos políticos (socialistas, radicales, republicanos o nacionalistas). A esto se suma el descontento mostrado con la Restauración tras el Desastre del 98 y la aparición del Regeneracionismo, que a través de sus críticas al sistema, inspiró a los políticos de la época. En el Regeneracionismo social y económico encontramos a Joaquín Costa, quien censuró el sistema político y propuso reformas económicas y educativas bajo el lema “despensa y escuela”. El Regeneracionismo también se presentó en el ámbito político (“revisionismo político”) donde se pretendía suprimir el caciquismo y el falseamiento de la democracia, aumentando la inversión política en educación y cultura. Algunos políticos revisionistas conservadores fueron Silvela, Fernández Villaverde, Dato o Maura; y como políticos revisionistas del partido Liberal tenemos a Canalejas o Melquíades Álvarez.
En paralelo, se estaba dando una crisis social donde se aumentaron las tensiones laborales (pistolerismo entre patronos y obreros). La tensión religiosa causada por el control de la Iglesia sobre la educación generó dos posiciones: liberales que querían reducir su poder y conservadores que confiaban en la enseñanza moral de la Iglesia. El nacionalismo provocó tensiones territoriales. Las tensiones militares/antimilitaristas tuvieron una doble vertiente. Por un lado, la concepción del ejército generó tensiones entre los que lo consideraban una institución básica para garantizar las libertades del Estado y que reflejaba valores incuestionables, y los que lo consideraban un órgano represor que consumía recursos. Por otro lado, el análisis del Desastre del 98 demostró la incapacidad del ejército y su falta de recursos mientras que el estamento militar culpaba de la derrota a los políticos. La Ley de jurisdicciones (1906) que ponía bajo jurisdicción militar las ofensas a la unidad de la patria, la bandera y el honor del ejército, aumentó tensiones, sobre todo en Cataluña. Los españoles vieron la posibilidad de reconstruir en África el imperio, mediante el acuerdo franco-español en la Conferencia de Algeciras de 1906, España buscará beneficios dando lugar al problema de Marruecos.
Ante esta crisis, los partidos dinásticos le intentarán dar respuesta. En el partido conservador, Antonio Maura intentó entre 1902 y 1909 poner en práctica el revisionismo promoviendo la “revolución desde arriba” e impulsó una legislación laboral (Ley de Protección de los Accidentes de Trabajo, Ley sobre Condiciones de Trabajo de Mujeres y Niños, Instituto Nacional de Previsión (antecedente SS) en 1908…). También tomó medidas de inversión pública (Ley de Protección de la Industria Nacional) y modificó la ley electoral para acabar con el caciquismo (voto secreto). Su reforma más ambiciosa, la Ley de Administración que se basaba en crear mancomunidades, no fue aprobada. En el partido Liberal, Canalejas acudió al “revisionismo liberal” a partir de 1910 e intentó continuar con la política de regeneración democrática de Maura. Tomó medidas para resolver la cuestión religiosa (Ley del Candado), la regionalista (Ley de las Mancomunidades), el enfrentamiento social (jornada laboral de 9 horas) y la cuestión militar (servicio militar obligatorio y fin de la práctica de la cuota). Tras el asesinato de Canalejas en 1912 hubo una crisis de liderazgo y se eliminó el turnismo.
Como consecuencia de todo lo ocurrido, aparecieron nuevos partidos. En 1903 se formó la Unión Republicana, uniendo la postura radical-populista de Lerroux y la moderada de Salmerón, junto con otros representantes conservadores y liberales que habían recurrido al republicanismo. Pero en 1908 se fractura y surge el Partido Radical de Lerroux y el Partido Reformista (moderado) de Melquiades Álvarez. Los Nacionalistas, forman partidos como el PNV de Sabino Arana, conservador y tradicionalista, o la Lliga Regionalista de Prat de la Riba y Cambó en Cataluña. En 1906 se creó la Solidaritat Catalana que abarcaba las fuerzas catalanas excepto las dinásticas (interclasicista) y que reclamaba derechos para Cataluña. Otros grupos revolucionarios como Esquerra Republicana tardaron más en organizarse. En Galicia, en 1907, se creó la Solidaridad Gallega y en 1910 la Acción Gallega. En Andalucía, Blas Infante reclamará autonomía. Los Socialistas se agruparon en el PSOE cuyo sindicato (UGT), creció exponencialmente. A partir de la Semana Trágica, su líder, Pablo Iglesias, colaboró con los republicanos para democratizar el sistema, a raíz de ello, Pablo Iglesias fue elegido parlamentario en 1910. Los Anarcosindicalistas se concentraban en zonas industriales catalanas y el campo andaluz. En 1907 se fundó el sindicato Solidaridad Obrera y en 1910 la CTN que reafirmó la “acción directa” como estrategia para la lucha política.
9.2. La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique.
La crisis española de principios de S XX, acentuada por la situación nacional (guerra en Marruecos y “Semana Trágica”) y la situación internacional (la Revolución Rusa y la Primera Guerra mundial), provoca el fracaso de las “reformas desde arriba” y la difusión de los partidos nacidos del descontento.
Tras el desastre de 1898, España se centra en Marruecos, nuevo objetivo colonial español para recuperar el prestigio y explotar las minas de hierro. Tras la Conferencia de Algeciras (1906), comienza la ocupación. Pero en 1909 estalla la guerra en Marruecos cuando miembros de algunas Cabilas (tribus indígenas del Rif) próximas a Melilla atacaron a las compañías españolas. A lo que el gobierno español respondió mandando tropas y ordenando la incorporación de reservistas. Ante esto último, la Solidaridad Obrera hizo una huelga general contra la guerra que generalizó la situación de violencia, a la que se sumaron otras organizaciones como UGT, y agudizada por una emboscada en el Barranco del Lobo. Esto dio lugar a la conocida como la Semana Trágica (26 de julio al 2 de agosto), donde hubo grandes protestas. La fuerte represión, con detenciones y la ejecución de 5 condenas a muerte como la del pedagogo anarquista Ferrer Guardia, creó un escándalo internacional que forzó la dimisión de Maura.
En 1912, un convenio francoespañol establecía un protectorado conjunto de ambos países. Pero el avance español por Larache, Alcazarquivir y Tetuán se vio frenado por la Primera Guerra Mundial. La impopularidad de la guerra aumentó con el desastre de 1921, donde el general Silvestre sufrió una derrota en Annual frente a Abd-el-Krim, por tratar de conquistar el terreno que separaba Ceuta de Melilla. La responsabilidad política exigida en la península dio lugar al Expediente Picasso donde el general Dámaso Berenguer, otros militares e incluso el rey, fueron acusados de negligencia. Pero el informe de la comisión parlamentaria no llegó a ser conocido ya que lo impidió el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923, personaje que derrotará definitivamente a Abd-el-Krim tras el desembarco de Alhucemas en 1925, poniendo fin a la Guerra de Marruecos en 1927.
En 1914 estalló la I Guerra Mundial y, aunque Dato declaró la neutralidad, la sociedad española se dividió. Los más conservadores apoyaron a las potencias centrales con regímenes más autoritarios como Alemania o Austria-Hungría; los liberales se identificaban con el parlamentarismo de Francia, Gran Bretaña o USA; y los sectores más radicales de socialistas y anarquistas opinaban que los obreros debían negarse a participar en el conflicto. Otra repercusión en España debida a su neutralidad ante la guerra fue el aumento de la demanda de sus productos, generando un fuerte crecimiento económico y disminución en el nivel de vida obrera y campesina (por la inflación).
Todos los conflictos que llevaban manifestándose desde principios de siglo entre la “España real” y la “España oficial” coincidieron en el verano de 1917.
En junio hubo un enfrentamiento entre el Gobierno y el ejército que protestaba por su mala situación profesional, económica y social. Crearon las Juntas de Defensa, defendiendo los ascensos por antigüedad, no por méritos de guerra. El gobierno de Dato aprobó el manifiesto con sus exigencias y los militares realizaron otro nuevo manifiesto donde pedían regeneración y reformas políticas. En esta ocasión, Dato suspendió las garantías constitucionales.
En julio estalló una crisis parlamentaria ya que la oposición reclamaba la apertura de Cortes. La Lliga de Cambó convocó una asamblea que pedía autonomía para Cataluña y Cortes Constituyentes para reformar el Estado. Ante la negativa del gobierno, convocó a todos los parlamentarios en una Asamblea de Parlamentarios que el gobierno declaró inconstitucional.
En agosto hubo una huelga general preparada por UGT y CNT para protestar por la situación de los obreros. La huelga de ferroviarios en Valencia y la represión posterior precipitó los acontecimientos y desató una huelga general indefinida que tuvo gran seguimiento en las zonas mineras, industriales y financieras. El gobierno respondió con la detención del comité de huelga madrileño y sacó al ejército a la calle. Aunque quedaba demostrada la fuerza de los sindicatos y agudizada la crisis política del sistema de la Restauración.
Finalmente, Alfonso XIII da paso a un gobierno de colaboración, pero este gobierno y los otros 13 que le suceden son incapaces de solucionar la situación. Este problema político estaba agravado por la situación social que dio el nombre de “Trienio Bolchevique” al periodo entre 1917 y 1920. Los campesinos y obreros, influenciados por la Revolución Rusa, pedían reformas laborales y en la estructura de la propiedad que los patronos no estaban dispuestos a ceder. La violencia de los obreros fue contestada con violencia patronal. En Cataluña, la huelga en la Canadiense (compañía de suministro eléctrico) desembocó en una “guerra social” entre patronos, que utilizaban la “Ley de fugas” (1921) para asesinar obreros, y anarcosindicalistas, que realizaban atentados anarquistas. Pero la mayor agitación se produjo en el campo de Andalucía. Los campesinos a la espera de reformas agrarias y dirigidos por la CNT ocuparon fincas, huelgas y crearon organizaciones obreras.
Esta situación de crisis junto con la guerra en Marruecos, provocó una inestabilidad que aprovechó Primo de Rivera para proclamar el estado de guerra en 1923. El gobierno dimitió y Alfonso XIII entregó el poder a Primo de Rivera, anulando la constitución del 76. Dando comienzo a la Dictadura de Primo de Rivera.
9.3. La dictadura de Primo de Rivera (1923-1929)
Desde la crisis de 1917, el sistema de la Restauración estaba acabado, lo que terminará derivando en una solución autoriaria.
La dictadura tuvo diversas causas. La descomposición del sistema de la Restauración, la difusión del republicanismo, las consecuencias del desastre de Annual (Expediente Picasso), el auge del nacionalismo en Cataluña y País Vasco, el crecimiento del movimiento obrero (en 1910 el PSOE logra su primer escaño y en 1921 se funda el PCE), las ideologías totalitarias difundidas por la situación internacional (I Guerra Mundial) y el apoyo de las clases medias por su descontento ante la inestabilidad.
Así pues, el 12 de septiembre de 1923, Primo de Rivera (capitán general en Cataluña) se sublevó contra el Gobierno y triunfó gracias al apoyo de Alfonso XIII. Más tarde el rey le encargó formar gobierno. En un Manifiesto a la Nación se presentaba al país como una opción regeneradora temporal para acabar con los males que aquejaban al país.
Además del apoyo de Alfonso XIII por la amenaza de la monarquía, Primo de Rivera contaba con el apoyo del sector del ejército descontento con la acción en Marruecos, el empresariado catalán descontento con los desórdenes, las clases medias desengañadas del régimen y la España rural controlada por caciques y terratenientes. Los sindicatos y los partidos de izquierdas se mantuvieron a la expectativa.
Durante la dictadura podemos distinguir dos grandes etapas:
El Directorio Militar (1923-1925), en el que Primo de Rivera, como ministro único y asesorado por un conjunto de consejeros militares conocido como Directorio Militar, declaró el Estado de guerra, suspendió la constitución y garantías constitucionales y se disolvieron Cortes. También intentó algunas transformaciones regeneracionistas: el Estatuto Municipal de 1924, que dotaba de mayor autonomía a los municipios; medidas para restablecer el orden público como la creación del Somatén (milicia cívica para combatir sindicalismo) y se creó la Unión Patriótica que agrupaba a todos los que le apoyaban, pero sin un ideario concreto. Pero, no dio respuesta a ciertos problemas como la cuestión catalana, ni atacó las bases reales del sistema. El gran éxito fue poner fin a la guerra de Marruecos. Desembarcó en Alhucemas en 1925 consiguiendo más tarde que Abd el-Krim se entregase.
En el Directorio Civil (1925-1930) se sustituyó a los militares por civiles adeptos al régimen que tomaron varias medidas: en 1927 convoca una Asamblea Nacional Consultiva que debía elaborar una Constitución que nunca llegó a aprobarse; en lo económico, el ministro Calvo Sotelo, a través del intervencionismo estatal controla todos los sectores productivos, reforzándose el proteccionismo, las subvenciones a empresas con dinero público y las inversiones públicas en infraestructuras, vive una etapa de prosperidad económica. Aparecieron las Confederaciones Hidrográficas y los monopolios: Tabacalera, Telefónica, Loterías y CAMPSA. En lo social: tomando el modelo fascista italiano, se crearon los Comités Partidarios formados por representantes de patronos y obreros y un representante del gobierno para resolver conflictos laborales.
La oposición a la dictadura estaba formada por dirigentes liberales y conservadores, los republicanos, la izquierda obrera y los nacionalistas. Pero fueron los intelectuales y militares quienes acabaron con Primo de Rivera. Los intelectuales se sumaron a las críticas (Ortega y Gasset, Unamuno…) y el descontento se extendió en forma de manifestaciones estudiantiles canalizadas por la Federación Universitaria Escolar (FUE). Entre los militares fue creciendo el descontento hacia Primo por el trato favorable que le daba a los militares de Marruecos y por el ataque al cuerpo de artillería.
Finalmente, el crack económico de Wall Street en 1929 provocó el desplome de la peseta y acabó con el apoyo de la burguesía. Esta crisis económica y el aislamiento político hizo que el 28 de enero de 1930 Primo presentara su dimisión.
Tras la dimisión de Primo, Alfonso XIII nombró jefe de Gobierno al general Berenguer, cuyo objetivo era la vuelta al régimen constitucional. Pero la mayoría de los políticos desconfiaban del rey y se negaron a participar en el gobierno y la lentitud de la vuelta a la normalidad provocó que fuera llamada “Dictablanda” por la prensa. La oposición al rey fue en aumento y los representantes de los principales partidos de la oposición firmaron el Pacto de San Sebastián para organizar un levantamiento que provocase la llegada de la República.